"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá"(Jn. 11.21).
En estas palabras de la hermana de Lázaro se expresan los dos sentimientos de dolor que nos embargan cuando perdemos a nuestros seres queridos: dolor por la separación y, a la vez, la esperanza de que se trata de una separación y no de una pérdida. La vida humana, y de esto somos muy conscientes cuando se trara de la muerte de alguien a quien amamos, es demasiado valiosa para desparecer sin rastro. Los cristianos creemos que la muerte no es el final, no es haber perdido la batalla sino la victoria; no es ruptura, sino transformación. Como Cristo, no morimos para quedar muertos, sino para resucitar.
El pasado día 12 de los corrientes nos reunimos, como cada mes, en la capilla del Hospital de San Agustín, para rezar por nuestros hermanos fallecidos durante el mes de marzo.
La Iglesia se une a los sentimientos de dolor esperanzado y con amor solidario participamos en la Eucaristía que ofrecemos por sus almas y que es, a la vez, celebración de su encuentro con Cristo y expresión de nuestra fe en la resurrección.
¿Qué más podremos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas? ¿Quién podrá acusar a los hijos de Dios? Dios es el que absuelve. ¿Quién será el que condene? Cristo Jesús, el que murió, mejor dicho, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y el que intercede por nosotros.
¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación?, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Dice la escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día, somos como ovejas destinadas al matadero.
¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación?, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Dice la escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día, somos como ovejas destinadas al matadero.
Pero en todas estas cosas salimos triunfadores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes ni las futuras, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor (Rm. 8, 31-39)
Desde aquí, los componentes del servicios religioso del Hospital, queremos enviar nuestro más sentido pésame a todas las familias que han sufrido tan dolorosa pérdida, así como, nuestras oraciones, cariño, apoyo y disponibilidad.
Dar las gracias por la asistencia masiva, teniendo en cuenta el sufrimiento añadido que supone, tener que volver al lugar donde acompañaron y vieron morir a sus familiares.